Carta de despedida de los banquillos de Carlos Colinas
La vida genera etapas con un inicio real y un final inexorable en el tiempo. Para nosotros, entrenadores, no es una excepción. En verano de 2005 hice realidad el sueño que cualquier técnico nacido y criado en el baloncesto femenino podría tener: trabajar en Vigo, hacerlo por y para el Celta Bosco. Primero, dando forma y coordinando una estructura deportiva; después, compaginándolo con la dirección del primer equipo durante cuatro temporadas. Aprendiendo, construyendo, guiando y gestionando, siempre con el respaldo de mi presidente y amigo, y con el trabajo incondicional de mucha gente. Nos hace felices haber superado situaciones límite, ver crecer y consolidarse un proyecto, y sentir que una ciudad, una región y el baloncesto español valora y respeta lo que ello significa. Acabo de cumplir tres décadas de banquillo.
Un día decidí ser entrenador, consciente de que era mi camino. Con mucho desgaste pero con tremenda ilusión y energía, apoyándote en tu gente y en tus jugadoras. Sabiendo sufrir, aprendiendo a ganar y a perder, y viviendo experiencias irrepetibles en los lugares donde confiaron en uno. Y respetando y siendo respetado siempre por compañeros y rivales. Llega un punto y aparte, al menos en este momento. Siempre he creído en las decisiones personales, por voluntad propia, en la autonomía para cambiar de escenario. Seguiré en este deporte, involucrado en el proyecto de este club con grandes responsabilidades, pero lejos de la pista.
Sin pizarra ni silbato. Mi familia y las circunstancias se
anteponen a todo porque treinta años han sido suficientes. Mi gratitud a los
que me ayudaron en este largo trayecto. El baloncesto me ha aceptado como soy,
me ha hecho persona y nunca dejaré de sentirme entrenador. Nuestra alma y
mentalidad son afortunadamente irrenunciables, desde el inicio hasta la bocina
final.
CARLOS COLINAS MORAN
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